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Salud y estilo de vida

Mitos y realidades sobre la obesidad

Existen muchos mitos y prejuicios en torno al sobrepeso y la obesidad. Están profundamente arraigados en la sociedad y pueden generar culpa, vergüenza y malentendidos, a pesar de que la obesidad es una condición médica compleja influida por la biología, el entorno y las condiciones de vida. Cuando los mitos dominan la conversación, ocultan lo que realmente ayuda. Aquí abordamos ideas erróneas comunes y destacamos el conocimiento que de verdad marca la diferencia.

Mito: «La obesidad es solo cuestión de calorías»

Puede sonar sencillo: comer menos, moverte más y todo se solucionará. Pero la obesidad es mucho más compleja que eso. El cuerpo está regulado por el cerebro, las hormonas y la genética, y estos factores influyen en cómo se controlan el hambre, la saciedad y el gasto energético.

Cuando se reduce la ingesta calórica, el cuerpo suele responder disminuyendo el gasto energético de varias maneras y aumentando el hambre. Esto ocurre porque el cuerpo intenta mantener su peso previo y compensa biológicamente para contrarrestar la pérdida de peso. A medida que el cuerpo se vuelve más pequeño, también necesita menos energía, lo que puede hacer necesario reducir aún más la ingesta.

El cuerpo ahorra energía reduciendo el movimiento espontáneo, conocido como NEAT (termogénesis por actividad no asociada al ejercicio): gesticular, caminar, moverte inquieto. Una menor ingesta de energía suele provocar cansancio, lo que a su vez puede reducir de forma inconsciente la actividad física.

Además, el cuerpo puede disminuir el gasto energético reduciendo la producción de calor. El hambre suele aumentar de forma notable y muchas veces inconsciente, lo que contribuye a porciones gradualmente más grandes y a antojos más intensos de alimentos muy energéticos.

«La obesidad no es una enfermedad crónica real»

Hoy en día, la obesidad está reconocida internacionalmente como una enfermedad crónica y compleja. Esto significa que no se trata solo del peso corporal, sino de la salud. Su complejidad radica en que está influida por una combinación de genética, hormonas, estilo de vida y entorno. No puede explicarse únicamente por elecciones personales.

Definir la obesidad como una enfermedad no es “medicalizar” el peso, sino reconocer que afecta a múltiples sistemas del cuerpo y puede tener consecuencias médicas importantes. Vivir con sobrepeso severo u obesidad aumenta el riesgo de múltiples enfermedades asociadas, como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, apnea del sueño, enfermedad hepática grasa no alcohólica (NAFLD), artrosis, alteraciones hormonales, fertilidad reducida y ciertos tipos de cáncer. También puede afectar al bienestar psicológico y a la calidad de vida.

Considerar el sobrepeso severo y la obesidad como enfermedades crónicas implica ofrecer el apoyo adecuado: seguimiento estructurado, tratamiento individualizado e intervenciones basadas en la evidencia a largo plazo. También supone alejarse de la culpa y los consejos simplistas, y adoptar una perspectiva médica donde las personas reciben el mismo respeto y cuidado que quienes viven con otras enfermedades crónicas.

Así como no le diríamos a alguien con asma que “respire mejor” o a una persona con hipertensión que “piense en positivo”, la obesidad debe tratarse con atención profesional y la misma seriedad que otras enfermedades crónicas.

«Se necesita una gran pérdida de peso para ver beneficios en la salud»

Es fácil pensar que solo los grandes cambios de peso importan, pero la investigación muestra lo contrario. Incluso reducciones modestas —del 5–10 % del peso corporal— pueden generar beneficios claros para la salud, como un mejor control de la glucosa, niveles más favorables de triglicéridos y una presión arterial más baja.

Una mayor pérdida de peso puede aportar beneficios adicionales, como mejoras adicionales en el azúcar en sangre, la presión arterial y los lípidos, menor acumulación de grasa en el hígado y menor riesgo de diabetes tipo 2. Muchas personas también experimentan mejor sueño, más energía y menos carga en las articulaciones.

Lo más importante no es alcanzar un peso “perfecto”, sino ofrecerle al cuerpo mejores condiciones para funcionar bien, y eso puede empezar mucho antes de que la báscula muestre grandes cambios.

«Si eres físicamente activa, no desarrollarás obesidad»

Es fácil pensar que la actividad física por sí sola puede prevenir o tratar la obesidad, pero la biología humana no es tan simple.

La actividad física es una de las intervenciones más importantes para la salud general. Fortalece el sistema cardiovascular, preserva o aumenta la masa muscular y tiene efectos muy positivos sobre el bienestar mental. Sin embargo, en lo que respecta al peso corporal, el ejercicio juega un papel menor de lo que muchas personas creen.

Las investigaciones muestran que el ejercicio por sí solo rara vez conduce a una pérdida de peso significativa. En parte, esto se debe a la compensación biológica del cuerpo: más ejercicio puede llevar a un menor gasto energético en reposo, mayor apetito o menos movimiento espontáneo diario como compensación. Estos mecanismos limitan el gasto energético total y hacen que el impacto sobre el peso sea menor de lo esperado.

Esto no significa que el ejercicio no tenga un papel en el tratamiento de la obesidad. Al contrario, ayuda a explicar por qué muchas personas no bajan de peso a pesar de ser físicamente activas, y por qué el ejercicio debe verse como parte de una estrategia de tratamiento más amplia.

El ejercicio sí tiene un efecto protector frente al aumento de peso. Las personas físicamente activas suelen mantener su peso más estable a lo largo del tiempo.

Además, el ejercicio aporta grandes beneficios para la salud independientemente del peso. El movimiento regular reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, problemas de salud mental y deterioro funcional, incluso en personas que viven con obesidad. Por eso, la actividad física debe verse como una inversión central y a largo plazo en la salud, más allá del peso.

«El sobrepeso y la obesidad se deben solo a falta de fuerza de voluntad»

La idea de que la obesidad se debe a una falta de fuerza de voluntad es un mito profundamente arraigado —y no respaldado por el conocimiento médico actual—. La investigación muestra que la obesidad es una enfermedad crónica regulada biológicamente, en la que intervienen el cerebro, los sistemas hormonales y la genética. No se trata simplemente de “decidir” cambiar, sino de procesos fisiológicos complejos que influyen fuertemente en el peso corporal.

Los factores genéticos pueden afectar a cómo funcionan los sistemas del cuerpo que regulan el apetito, el gasto energético y el almacenamiento de grasa. En algunas personas, estos mecanismos están alterados, lo que hace que el cuerpo “defienda” un peso más alto. Además de la genética, influyen otros factores como el estrés, la falta de sueño, ciertos medicamentos, cambios hormonales y el entorno. Las condiciones durante el embarazo y la primera infancia también pueden afectar el riesgo de obesidad a largo plazo.

Esto no significa que el estilo de vida no sea importante, pero explica por qué la fuerza de voluntad por sí sola no puede superar los mecanismos biológicos. Ver la obesidad como una “elección personal” es engañoso y perjudicial, ya que aumenta la culpa y el estigma, dificultando tanto el tratamiento como el bienestar. Como otras enfermedades crónicas, la obesidad necesita comprensión, atención basada en la evidencia y apoyo a largo plazo.

«El tratamiento médico es hacer trampa»

Este mito suele basarse en una mala comprensión de lo que hacen realmente los medicamentos para la obesidad. En realidad, estos tratamientos no sustituyen los cambios de estilo de vida, sino que crean condiciones que facilitan elecciones alimentarias más conscientes, una menor ingesta energética y la pérdida de peso.

Los medicamentos modernos actúan sobre la comunicación entre el intestino y el cerebro, permitiendo que el hambre y la saciedad funcionen de forma más parecida a como lo hacen en personas sin obesidad.

No es un atajo. No es hacer trampa. Es ciencia.

Grandes ensayos clínicos han demostrado que estos tratamientos pueden lograr pérdidas de peso sostenidas del 15–20 %, además de mejorar marcadores de salud como la presión arterial, la glucosa y el colesterol. Muchas personas también describen una mayor sensación de libertad en su día a día, con menos pensamientos constantes sobre la comida, mejor sueño y más energía.

El tratamiento médico funciona mejor como parte de un programa integral que incluya apoyo para hábitos de vida, actividad física y salud mental. Se trata de ofrecer el apoyo adecuado y ayudar al cuerpo a funcionar como debe.

Obesidad: mayor riesgo de otras enfermedades

El sobrepeso y la obesidad son grandes desafíos de salud pública a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, cada vez más personas viven con sobrepeso u obesidad, lo que aumenta el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares. Por ello, es fundamental comprender sus causas, medición y tratamiento.

Definición y medición

La obesidad se define mediante el índice de masa corporal (IMC). Un IMC de 30 o más se clasifica como obesidad, y de 25–29,9 como sobrepeso. Sin embargo, el IMC no muestra el cuadro completo, ya que no distingue entre masa muscular y grasa ni tiene en cuenta la distribución de la grasa corporal, algo clave para evaluar el riesgo para la salud. Por ello, otras medidas como el perímetro de cintura y la composición corporal son herramientas útiles.

Tratamiento médico de la obesidad

El tratamiento médico puede ser un complemento muy eficaz a los cambios de estilo de vida en personas con obesidad. Los medicamentos modernos ayudan a regular el hambre y la saciedad potenciando las señales hormonales naturales que controlan el apetito. Favorecen una sensación de saciedad más temprana, reducen los antojos y estabilizan la glucosa, facilitando una reducción sostenible de la ingesta energética.

Estos tratamientos siempre deben combinarse con apoyo para cambios en el estilo de vida y ser supervisados por profesionales sanitarios. En Europa existen varios medicamentos aprobados, que pueden prescribirse cuando está indicado, especialmente en personas con IMC ≥ 30 o IMC ≥ 27 con al menos una comorbilidad relacionada con el peso.

Apoyo y conversación

El apoyo de médicos, dietistas, psicólogos o programas grupales puede facilitar el cambio. Compartir experiencias y recibir ayuda con la motivación es clave para lograr cambios sostenibles a largo plazo.

Estilo de vida preventivo

La prevención del sobrepeso y la obesidad incluye una alimentación equilibrada, actividad física y conciencia de factores como la genética y las circunstancias de vida. El apoyo temprano y los cambios graduales desempeñan un papel fundamental en la salud a largo plazo.


Exención de responsabilidad: este artículo se ha traducido utilizando inteligencia artificial (IA). La versión original en inglés es la principal. En caso de duda, prevalecerá el texto en inglés.

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December 10, 2025
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